¿Lo sientes? ¿Sientes ese nudo en el estómago, esa opresión en el pecho? ¿Sientes todo el dolor que se encuentra depositado en tus venas, viajando a gran velocidad con tu sangre como si fuera una sustancia más, como si formara parte natural de ti?
Siéntelo, analízalo, asúmelo. Siente el dolor, la angustia, el pesar.
Te ha dado un golpe la vida, sí es doloroso, inesperado, duro, angustioso, no sabes que hacer. Empiezas a entender la expresión de "estar en un callejón sin salida"; te das cuenta de lo que es estar en ese callejón, frío, húmedo y oscuro...muy oscuro.
Ahora bien, después de ser consciente de todo tu dolor, tu inseguridad, tus miedos, tu desesperanza, la opresion en el pecho y el nudo. Ahora que sientes en tus pies desnudos el frío del asfalto frío y húmedo de aquel callejón oscuro y sin salida. Es entonces, después de encontrarte totalmente perdida y abandonada, cuando nace algo de ti. Aparece de repente, sin avisar, de una manera titubeante al principio pero después de una manera concisa y clara. Fuerte y nítida. Es ese instinto de supervivencia, las ganas de salir del callejón, porque sabes que una vez salgas esa opresión y ese nudo se acabarán y estás deseando acabar con esa tortura.
Así que, giras tu cabeza y a la par hondea tu cabella y termina sobre tus hombros, respiras de manera entrecortada y te cuesta, te cuesta mucho, no sólo por el nudo en la garganta sino por tu ansiedad por encontrar una salida. Buscas, buscas por todas partes, miras a tu alrededor buscando cualquier hueco, cualquier abismo de luz por el que meterte y escapar de allí. Te acercas a una de las paredes, y con tus manos tocas cuidadosamente cada centímetro del muro, sientes la piedra, dura y fría, pero no te pasa por alto que con el contacto con tu piel, la piedra empieza a cambiar, la humedad va desapareciendo como si se hubiera posado sobre el muro un sol brillante y abrasador. Además, el frío de la piedra va menguando, y empieza a adquirir una temperatura más suave. Pero nada, ni rastro del ansiado hueco por el que salir.
Te giras a la otra pared y empiezas a tocar, tocar por todos lados y de repente, notas como puedes apreciar mejor con tus ojos la textura de la piedra, y te das cuenta de que ha aparecido una farola a la entrada del callejón, esa entrada a la que no puedes volver, esa farola no estaba antes, lo sabes y sonríes en tu interior y lo agradeces, se lo agradeces a la persona que te haya mandado esa farola... o a las personas.
Con la ayuda de la farola sigues buscando en la pared de piedra, y de repente lo encuentras, encuentras ese hueco tan ansiado, esa salida que tanto has buscado. Te inclinas y te introduces dentro. Esta oscuro, pero es una oscuridad distinta a la del callejón, la oscuridad del callejón era fría y distante, ésta no, no es cercana, pero tampoco distante. Comienzas a andar por el deseado hueco a cuatro patas porque es demasiado pequeño para que te pongas de pie, es además, incómodo y las paredes del túnel te arañan las manos y las piernas, y comienzan a salir heridas, heridas que sangran. Por fin ves que al final del hueco que tanto has buscado hay una salida, más o menos iluminada, sales y te encuentras con una calle principal, acumulada, llena de gente, tiendas, luces de las farolas, de las tiendas, los restaurantes, los bares, las discotecas. Y ves a la gente de tu alrededor como tú, descalza, con rasguños por el cuerpo y caminando, de un lado para otro sin seguir ningún orden establecidos. Notas que las heridas te escuencen un poco, y miras tus brazos y tus piernas, ves las heridas y tienes el presentimiento de que van a curarse. Y como todas las personas de la calle comienzas de nuevo a andar, como ellos, hacia el camino que has elegido.
Comienzas a andar y sonríes por dentro, "así que ésto era madurar".
La búsqueda de la felicidad
miércoles, 14 de septiembre de 2016
viernes, 16 de octubre de 2015
Me gusta montarme en los autobuses. Es una manera mirar la ciudad mientras paseas por un vehículo. También me gusta observar a las personas del autobús, me gusta imaginarme como son, cuales son sus aspiraciones, como es su vida, si tienen hijos, maridos, esposas, novios, novias, si son personas solitarias, si vienen de trabajar, de estudiar, o de tomar algo. Me gusta estar con esas personas en el autobús, me siento acompañada, como si, a pesar de no hablar con ellas, como si a pesar de que no conozcan mi nombre, estuviesen conmigo. Me siento parte de algo, una más.
Me gusta el sonido del mar, y su olor. Me gusta quedarme parada en la orilla mientras observo la inmensidad del mar, su poder, y la paz. Siento paz. Siento que todo es minúsculo, menos el mar, como si fuera un gran dios que está ahí, y me deja quedarme al lado suya, pero nunca termino de forma parte completamente de ese mar, simplemente me dejar estar ahí, quieta, y el mar está ahí soberbio, distante y cercano al mismo tiempo, pacífico pero fuerte.
Me gusta la brisa de las mañanas. La libertad y la paz que me otorga. Me hace recordar a mi infancia y cuando iba al cine por la mañana con mi padre, o cuando iba al parque a darle de comer a los patos. Me gusta esa sensación fresca sobre mi piel, es única. De fondo se escuchan los pájaros. Me hace sentir bien, feliz, tranquila. Hay paz, sólo paz.
Me gusta ir al cine. Más allá de la película en sí, me gusta estar en la sala llena de gente, rodeada de personas que van a ver la misma película que yo. Me siento acompañada, unida a un grupo, viviendo una misma experiencia, la de ser espectador de esa película. La oscuridad de la sala, el silencio, la comodidad del asiento. La sensación del cine me gusta, pero más me gustaría que hubiera cinco minutos después de terminar la película en los que todos nos quedáramos sentados, durante cinco minutos, para que pudiera disfrutar de esos cinco minutos de paz, de oscuridad.
Me gusta el sonido del mar, y su olor. Me gusta quedarme parada en la orilla mientras observo la inmensidad del mar, su poder, y la paz. Siento paz. Siento que todo es minúsculo, menos el mar, como si fuera un gran dios que está ahí, y me deja quedarme al lado suya, pero nunca termino de forma parte completamente de ese mar, simplemente me dejar estar ahí, quieta, y el mar está ahí soberbio, distante y cercano al mismo tiempo, pacífico pero fuerte.
Me gusta la brisa de las mañanas. La libertad y la paz que me otorga. Me hace recordar a mi infancia y cuando iba al cine por la mañana con mi padre, o cuando iba al parque a darle de comer a los patos. Me gusta esa sensación fresca sobre mi piel, es única. De fondo se escuchan los pájaros. Me hace sentir bien, feliz, tranquila. Hay paz, sólo paz.
Me gusta ir al cine. Más allá de la película en sí, me gusta estar en la sala llena de gente, rodeada de personas que van a ver la misma película que yo. Me siento acompañada, unida a un grupo, viviendo una misma experiencia, la de ser espectador de esa película. La oscuridad de la sala, el silencio, la comodidad del asiento. La sensación del cine me gusta, pero más me gustaría que hubiera cinco minutos después de terminar la película en los que todos nos quedáramos sentados, durante cinco minutos, para que pudiera disfrutar de esos cinco minutos de paz, de oscuridad.
jueves, 28 de mayo de 2015
"Eso es crecer"
Aún recuerdo el olor de las tortitas de mi abuela, las sabanas sobre mi piel los sábados por la mañana, la ilusión de llegar a casa y ver mis dibujos animados, aún recuerdo la ilusión en mi interior y el deseo de que todo va a salir y la sensación de que va a salir bien, aún recuerdo la felicidad, la tranquilidad, la paz, los pequeños problemas, insignificantes y los veo con los de ahora, aún recuerdo ese pensamiento de que mis padre lo sabían todo y podían arreglarlo todo, que mis errores no eran importantes, recuerdo aún esa sensación de libertad y de que me iba a comer el mundo. Recuerdo creer que no había malas personas, que todo estaba marcado en mi vida e iba a tener el recorrido adecuado. Aún recuerdo la ilusión a las 2 de la tarde los Martes y los Jueves, porque sabía mi madre me recogía del colegio, los flanes que me comía a la salida del colegio en verano, las ensaladas de mi abuela que compartía con mi prima, la sandía que ella nos partía y nosotros nos comíamos, aún recuerdo las novelas del canal nacional. Los días lluvia en los que estaba todo el rato leyendo historias de amor que creía que de algún podrían llegar a mi vida. Aún recuerdo "la llegada al cole" y los días en los que mi madre me llevaba de compras para comprarme el chándal, siempre de color rosa, y la ropa de invierno. Recuerdo cuando mi padre me llevaba cada sábado por la mañana a darle de comer a los patos, y mi madre me preparaba el pan duro para ellos, recuerdo cada sesión de las 12 en las que mi padre me llevaba a ver una película de dibujos, recuerdo las risas de mi madre viendo Shin Chan, y los videojuegos que me compraba mi padre, Aún recuerdo los regalos de reyes, esa muñeca de la Barbie cada 6 de enero, las películas de la Barbie y las horas que me podía pasar viendo. Todavía recuerdo la ilusión por un estreno de una película de Doraemon. Recuerdo el primer ordenador que me trajo mi tío, las coletas mal hechas de mi madre, y el exceso de agua que mi padre me ponía en el pelo. Aún recuerdo los días en los que mi abuela nos recogía a mi prima y a mí del cole. Recuerdo ir con mis padres a la plaza para comprar pescado, recuerdo jugar a las casitas y a los profesores en el recreo, recuerdo jugar "al matar", recuerdo jugar a la comba en el patio de mi abuela con mis prima, recuerdo los paseos con mi madre, recuerdo los ojos mi primo y sus bromas, recuerdo aún su imagen clavada en mi mente de él con la equipación de fútbol, recuerdo los partidos en el campo del Betis con mi padre, mi tío y mis primos. Aún recuerdo la cenas de navidad, los petardos que tírábamos mis primos y yo siempre vigilados por mis tíos y mi padre, recuerdo que odiaba el mazapán y ahora me encanta. Pero también han cambiado muchas cosas además del gusto por el mazapán, recuerdo que creía que podía cambiar el mundo, recuerdo que creía que algún día dejaría de existir la pobreza, recuerdo el azúcar que me ponían el borde del vaso cuando bebía un licor sin alcohol. Recuerdo cuando el Betis ganó la Copa del Rey, la felicidad de mis padres, de mis tíos y de mi primo. Recuerdo aún, las charlas con la amiga de mi abuela, charlas en las que ella me contaba su vida y sus vivencias en Guerra Civil y en el franquismo. Recuerdo los dibujitos de por la noche, y las peleas con mi hermano. Recuerdo los días de teatro y de fin de curso en el colegio.
Creo que ese ha sido el problema, que aún recuerde como si fuera ayer todos y cada uno de los momentos de mi infancia y mi adolescencia. Que no sea capaz de cortar del todo el cordón umbilical que me une a esos recuerdos. Con el tiempo, con los años, todos esos recuerdos se quedan en eso, recuerdos, dejan de sucederse, no forman parte ya de tu vida, acaban, y cuando los echas de menos, te dices a ti mismo, vale, estoy creciendo. Era tan fácil ser niño que lo echo de menos, no soy valiente, no soy fuerte, no soy importante, ni soy especial, No tengo ninguna fuerza interior ni capacidad especial, pero durante mi infancia yo era la reina mi mundo y era tan feliz que ahora me duele. Quien volviera a esos años, quiera volviera a esa eterna felicidad, quien volviera a soñar de esa manera. Yo volvería sin pensarlo dos veces, porque no hay ser más feliz que el ignorante, y ese la mayoría de las veces es el que no ha crecido.
Creo que ese ha sido el problema, que aún recuerde como si fuera ayer todos y cada uno de los momentos de mi infancia y mi adolescencia. Que no sea capaz de cortar del todo el cordón umbilical que me une a esos recuerdos. Con el tiempo, con los años, todos esos recuerdos se quedan en eso, recuerdos, dejan de sucederse, no forman parte ya de tu vida, acaban, y cuando los echas de menos, te dices a ti mismo, vale, estoy creciendo. Era tan fácil ser niño que lo echo de menos, no soy valiente, no soy fuerte, no soy importante, ni soy especial, No tengo ninguna fuerza interior ni capacidad especial, pero durante mi infancia yo era la reina mi mundo y era tan feliz que ahora me duele. Quien volviera a esos años, quiera volviera a esa eterna felicidad, quien volviera a soñar de esa manera. Yo volvería sin pensarlo dos veces, porque no hay ser más feliz que el ignorante, y ese la mayoría de las veces es el que no ha crecido.
sábado, 7 de febrero de 2015
Tiempo, eres el ganador de la carrera.
Llega un momento en el que te paras, quieta, calmada, ausente. Te pones a pensar. A analizar. Analizas tu vida y todo lo que hay a tu alrededor. Lo más cercano, lo más lejano, lo que te afecta directamente y lo que no. Te pones a pensar en el tiempo. Como han cambiado las cosas, parece que fue ayer cuando estabas en una situación y ahora te encuentras en otra situada a 180 grados de la anterior. Te das cuenta de que las generaciones futuras van a vivir lo que tu viviste, van a crecer, tomar esas experiencias, van a disfrutar de lo que tu disfrutaste. Tu vas en un punto de la carrera y has dejado atrás otro, pero en ese punto se encuentran muchas personas, muchísimas. Es parte de la vida, un proceso largo y a la vez corto, continuo y a la vez estático. Pequeños cambios, pequeños matices que hacen la carrera más interesante y que esté cambiando poco a poco. Pero después de unos metros te giras y te das cuenta de que la magnitud de los cambios una vez se han acumulado es muy amplia y ocupa una gran parte de tu corazón. También está el miedo, no puedes evitar sentir miedo, angustia. No sabes cual es el camino exacto de esta carrera, adonde te va a llevar el siguiente paso o cual será el próximo cambio. Miedo, frustración por ese tiempo que se te escapa de las manos y no eres capaz de alcanzar. Y es que, es cierto, no se puede alcanzar al tiempo, no lo intentes, no lo conseguirás, juega con ventaja. Sólo puedes intentar que cada paso de la carrera sea importante, significativo, que deje huella en los demás y en ti, disfruta de la carrera, hazla especial, diferente, única. Mira desde perspectiva con ilusión a aquellas personas que van detrás de ti, que las falta algunos kilómetros para experimentar lo que has experimentado. Y por último, utiliza calzado cómodo en la carrera, porque suficiente pesos tendrás para ponerte tú mismo más.
Imagen encontrada en tumblr
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La primera brisa de la mañana de un sábado; el cielo azul a mediados de agosto; el olor a tierra húmeda después de mañana de lluvia; la primera canción que suena cuando te pones los cascos; la sensación de la hierva fresca y verde bajo tus pies desnudos; una caricia; una abrazo sincero; cuando te abraza por la espalda; la sonrisa de mi madre; los besos de mi abuela; los abrazos de mi prima pequeña; el olor a libro nuevo; la ilusión; la relajación; la tranquilidad de la montaña; el olor del pelo de mi amiga; las bromas de mi amigo; el sabor a chocolate en mi boca; el olor a ropa limpia; la calidad de mis sabanas; la comodidad de mi almohada; el sentimiento de protección; la sonrisa cálida de alguien a quien no conoces; la humildad; la humanidad; el esfuerzo y su recompensa; la justicia; el olor a comida cuando estás hambriento; tu manta de cuando eras pequeño; el sonido de la lluvia; un rayo de sol cálido un día de invierno; el olor a buñuelos al pasar por la calle; las luces de Navidad, y la gente andando; el libro que quieres en un escaparate; un gesto de cariño; un gesto de respeto; una señora mayor sonriéndome; el olor a mar; la textura de la arena bajo los pies desnudos; el mar en las piernas; la brisa marina; la visión brillante y blanca de la luna; el olor a café caliente; el sabor del té.
martes, 26 de agosto de 2014
"Y, finalmente esta pregunta. El misterio de quién protagoniza esta historia. De quién baja el telón. ¿Quién es el que elige nuestros pasos de baile? ¿Quién nos vuelve locos? ¿Nos azota con látigos y nos corona cuando sobrevivimos a lo imposible? ¿Quién es el que hace todas estas cosas? ¿Quién honra a quiénes queremos con la vida que vivimos? ¿Quién envía monstruos para que nos maten y al mismo tiempo nos susurra que jamás moriremos? ¿Quién nos enseña qué es real y cómo reírnos de las mentiras? ¿Quién decide porqué vivimos y qué defenderemos con nuestra propia vida? ¿Quién nos encadena?, y ¿quién tiene la llave que puede hacernos libres? Eres tú, tienes todas las armas que necesitas. Ahora, lucha."
Escena final de la película Sucker Punch.
Escena final de la película Sucker Punch.
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